atrás

Novena.

Madre Admirable,

 que revelas a tus amigos los secretos del Sagrario.

    Estás envuelta en el silencio, ¡oh madre Admirable!, y, mientras tanto, hablas... Si, hablas y revelas secretos divinos a aquellos que saben estar atentos a tus palabras.

    ¡Habla de lo que llena tu corazón, oh Madre de Dios! Habla del amor infinito que hay en Dios; de ese amor que quisiera envolver a todo el mundo y al cual ninguna barrera puede impedir que se difunda, ¡tanto ha amado Dios al mundo! Cuando estabas en el templo no sabías hasta dónde llegarían los excesos de ese infinito amor. Pero más tarde lo has visto: hasta el pesebre, hasta la Eucaristía, hasta la Cruz. He aquí los caminos de Dios para alcanzar al hombre.

    ¡Oh Madre Admirable!, cuéntanos el secreto del Sagrario. Cuando en Éfeso el 'discípulo amado' te daba la Hostia divina, percibías bien la hondura de su misterio. Misterio infinito surgido del amor, misterio de plenitud inagotable por las riquezas que regala.

    Pero me parece que dices: la Eucaristía no es solamente un misterio de grandeza, es una lección de pequeñez. Allí Dios se aniquila y llama a Sí a los pobres, a los servidores: "Pauper, servus et humilis". "Pobre, servidor y humilde".

    Santísima Señora, Tú que fuiste toda tu vida "la esclava del Señor", revélanos este camino. Haz que, en la simplicidad de nuestro corazón -las manos quizá vacías pero hecho ofrenda el corazón-, vayamos todos los días a lo de este Dios que es plenitud infinita. Entonces tú nos enseñarás a custodiar en nosotros a tu Jesús; a hacernos también nosotros pequeñas hostias ofrecidas a lo que Dios quiera hacer con ellas.

    Madre de Jesús, te suplicamos: repítenos muchas veces estos grandes secretos del Sagrario...

atrás