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decimonona

Madre Admirable,

 que haces pregustar el cielo

        El cielo, oh María, es el lugar de la visión de Dios, del descanso y del amor. Sobre Ti han pasado los rayos de esa Patria que nosotros admiramos y, por medio de Ti, nuestro corazón es atraído hacia la beata eternidad. Pregustamos en Ti, ¡oh Madre Admirable!, algo de la visión de Dios. El Altísimo ha dejado en Ti el reflejo de sus grandezas. Tú eres la más bella de sus criaturas: nuestra vida se consumirá más ligero que nuestra admiración a Ti. Dios te ha hecho toda pura, toda clemente, toda buena, como El es la pureza, la clemencia y la bondad. ¡Oh Madre Divina!, cuando queremos buscar el rostro de Dios, no tenemos más que inclinarnos sobre tu Corazón purísimo.

    El cielo es también descanso y paz. Tú eres ese cielo, ¡oh María!. Todo está en Ti dominado por la adoración de la voluntad divina. No hay ningún deseo, ningún movimiento de tu alma, que no estén subordinados al dominio de la sabiduría soberana. El Espíritu de Amor ha armonizado todo en Ti y tu amén es un canto que arrebata al Corazón de Dios.

    El cielo es, finalmente, el lugar del amor. "En el cielo se ama y no se hace daño". Tu Corazón Inmaculado ha sido el cielo del Verbo Encarnado, por el amor que allí Él encontró. Es también el paraíso de tus hijos sobre la tierra. A través de la ternura que consuela todas sus angustias, ellos adivinan ya, en Ti, el amor que secará toda lágrima. A través de cada uno de tus maternales amparos, les parece sentir de lejos la voz que dirá un día: "¡Ven, te espero!".

    Madre Admirable, Tú nos haces pregustar el cielo.

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